Queridos Camaradas;
Me encuentro en Madrid pronto a irme al País Vasko, hace unas horas estuve en el norte de la ciudad mas precisamente en La Moraleja. Debo decir que me pareció muy extraño al lugar en que la SCR me ha enviado hacer esta nota...y allí estaba frente a la puerta del pijo del nieto de Iturria. Cuando me abre la puerta de su casa comienza a vociferar que me largue de allí, que viva españa, que viva franco y que me lleve esta basura y me arroja un recorte de diario al tiempo que cierra la puerta. Sin pasar segundo comienzo a escuchar sirenas. Seguramente este personaje llamo a la guardia civil o algún madero. Pues bien desaparecí del lugar. Al llegar al hospedaje Los Tres Patitos, note de que el diario contenía una nota al Batallón Ciclista Erico Malatesta. Así que si bien no logre el cometido tenemos esta nota que transcribo:
El reparto, en una dependencia del Ministerio de la Guerra, de las ordenes que los muchachos del Batallón han de hacer llegar con toda urgencia a su destino (Fot. Yidea) |
La guerra necesita de todas las energías, de todas las aptitudes. Justo es reconocer que, por parte del pueblo, tiene todas las colaboraciones. En estas horas nadie puede decir qué su trabajo, sea cual fuere su índole, puede permanecer ajeno a la contienda en que se decide el futuro de España. Hasta la profesión absolutamente más alejada de la influencia bélica presta hoy un servicio de guerra, pues aunque sea distraer las breves y bien ganadas horas de ocio de la retaguardia, representa. Una función trascendental y eficaz.
En estos últimos tiempos, los profanos del deporte, cuando veíamos a los muchachos enzarzados en rudas competiciones ciclistas, sonreíamos un poco irónicamente. Verdaderamente no entendíamos la utilidad práctica de esas carreras ciclistas de veinticuatro horas, ni aun la misma Vuelta a España. A estas alturas-pensábamos-, cuando existen la moto, y el automóvil, y la aviación, que devoran centenares de kilómetros con toda comodidad, ¿para qué sirve que un hombre demuestre que es capaz de correr treinta o cuarenta kilómetros pedaleando frenéticamente, para transportar con máxima fatiga no sólo su propio peso, sino, por añadidura, el de una máquina?
Mas he aquí que llega la guerra, y los aficionados a "la burra", los ciclistas espontáneos, toda esa muchachada que los domingos invadía las carreteras, convierte su afición y su entusiasmo deportivo en colaboración brillante, en servicio utilísimo para la guerra.
Un deportista entusiasta y gran aficionado al pedal, además de un ferviente militante de la C. N. T., el camarada Miguel Viribay, tuvo la excelente idea de fundar el Batallón Cicilista Enrique Malatesta.
Muchachos de todos los oficios, de todos los Sindicatos y partidos políticos acudieron a enrolarse. Lo que era deporte y entretenimiento se convirtió en servicio de gran utilidad. El Batallón Ciclista tiene hoy secciones destacadas en todos los departamentos oficiales y en los frentes.
Una de las secciones que realizan más intenso trabajo es la destinada al servicio del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra.
José Iturria, responsable de esta sección, nos habla de la actuación de sus ciclistas.
-En nuestro Batallón-nos dice-todos son voluntarios. Y casi todos, madrileños natos, aficionados al pedal, procedentes del Velo-Club Portillo, corredores profesionales y amateurs de otras muchas Sociedades.
¿Qué trabajo realizan?
El reparto de órdenes del Estado Mayor en el interior de Madrid y en las avanzadillas. Los más importantes son los servicios de enlace. En todos los frentes hay ciclistas, y tenemos la satisfacción de saber que el Mando está satisfecho de nuestro trabajo.
¿Qué número de servicios se prestan diariamente en esta sección?
Aproximadamente, unos trescientos, entre el día y la noche, pues nuestro servicio es permanente. Todos los muchachos -es de justicia reconocerlo - rivalizan en cumplir sus misiones con la máxima prontitud. El espíritu de record que les animaba en la paz da sus frutos ahora. Hay ocasiones en que unas órdenes emanadas del Estado Mayor han llegado a la par a sus distintos destinatarios en muy pocos minutos, a pesar de haberse tenido que ir a los extremos de Madrid y aun a los frentes
más próximos.
¿Son frecuentes los accidentes?
Abundan más de lo que fuera necesario. Y casi siempre a causa de atropellos. En la guerra, como en la paz, el ciclista es la víctima del automóvil.
¿Hay corredores destacados en el Batallón?
Bastantes. Aquí tenemos a Andrés Costau, que fue elegido para la carrera de selección de los Juegos Populares de Barcelona, y que había hecho los cien kilómetro de la Vuelta al Escorial en dos horas y cuarenta y siete minutos. También están enrolados varios profesionales clasificados deportivamente en primera y segunda categoría, como Martín, Santos, Domingo, Ortiz y otros más.
¿Tendrán todos buenas máquinas?
Cada uno ha aportado la suya, dando pruebas de un gran desinterés, y hasta se ha dado el caso de que un muchacho, al que se le destrozó la bicicleta en un servicio, se ha costeado otra nueva de su bolsillo particular. Ahora se está gestionando la ayuda oficial en este aspecto, pues como el trabajo es muy intenso, son frecuentes los desperfectos y roturas de máquinas, y los muchachos atenidos a su sueldo de milicianos, no pueden costear las reparaciones.
Interrumpe el diálogo la llegada de un ordenanza que trae un voluminoso paquete de sobres con órdenes. Rápidamente se llena el despacho de ciclistas, pronto a recibirlas. El responsable las clasifica rápidamente las reparte. Inmediatamente salen todos, saltan sobre sus máquinas y se lanzan como flechas a la calle. Los bravos muchachos del pedal, orgullosos de su misión, corren como en la más vanidosa prueba deportiva, ansiosos de batir el record. Y el premio ahora no es la copa brillante ni la prima cuantiosa. Es algo más hondo y mas fecundo, la satisfacción interior de ser útiles a la causa del pueblo y de España.
Un grupo de corredores del Batallón Ciclista sale para repartir unos órdenes del Estado Mayor (Fot. Yidea) |
Kommissione sulla memoria storica G. Bartali
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