Esa asfixiante utilería de los mercaderes.
Todo ese mecanismo de pagar y cobrar.
Palabras atareadas de tanto deseo de producto.
¡Poetas, vuelvan!
Una vez a la semana, al mes, al año
la estipulada relación que se inmiscuye
cuantitativamente entre fetichismos de la moda.
Del auto al trabajo al shopping a la casa.
¡Poetas, vuelvan
que nos quieren llevar lejos de acá!
¡Nos quieren llevar allá al encierro!
Nos quieren separar.
Nos quieren arrancar de nuestra tierra.
No gustan de nuestras ruedas.
El encierro es la vidriera, la última oferta,
nuestra adjetivación echa mercancía.
La condena es aspirar al motor en vez de las piernas.
Quieren aniquilar nuestra carne,
nuestros gemelos, nuestros abductores, nuestros pulmones
y dárselos a los tiburones carroñeros de la industria.
Conozco la intensión de los déspotas
que una vez lo hicieron con otros.
¡Poetas sobre bicicletas, vuelvan
y habiten las calles que son nuestras
y vuelen como niñas sobre la humareda tóxica
que dejan los mercaderes del motor!
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