En un principio puede parecer ser el mayor temor del
ciclista (muchas veces alimentado por los padres o por quien nos enseño a andar
en bici ). Luego con el correr del tiempo y nuestra maduración como ciclistas
este miedo termina siendo un riesgo asumido que tratamos de evitarlo.
Cuando sucede la caída, es común, en mucha gente que el
orgullo se hunde en el más profundo estiércol del dolor. La negación del hecho
esta a la vuelta de la esquina. Los dolores y la culpa se hacen presentes. Y el
mal rato dura por un tiempo largo posterior a la caída
Si de niñ@ un@ se divirtió asiendo caso omiso a los gritos represores
de niñeras, padres y/o adultos en general cuando nos subíamos en arrebatada acción
a nuestra pequeña bici o patineta ( o similar ) para desaparecer en cuestión de
segundos y sentir esa libertad tan primaria y efímera pero tan grande a
nuestros cuerpos, sin preocuparnos en que pasará ni en la posibilidad de
pegarnos una tremenda caída. Sabrá que
las caídas no son un riesgo asumido sino parte del juego.
Un juego que no era mas que lecciones de como caer sin causarnos
muchos daños ( la práctica hace al maestro ). Y que cada caída tenía premios:
moretones, frutillas y alguna cosa más que exhibíamos con orgullo a todo el público sin excepción.
Así fue como el pequeño Francesco (con su voz de niñito bien) le dijo a su vecinita de enfrente “mira, ¿queres ver mi frutilla? Me la hice ayer” ella
quedo sorprendida de tanto valor.
Si no lo vivió: nunca es tarde. Busque esa infancia perdida.
Si la vivió vuelva a esa infancia.
Para nosotros la caída es parte integral de nuestros
andares. Y la celebramos.
Redacción SCR con colaboración de Francesco Malatesta
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